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Lo más elemental de la fe cristiana es saber que fuimos hechos por Dios


Queridos hermanos y amigos:


Lo más elemental de la fe cristiana es saber para qué fuimos hechos por Dios, y sin embargo, muchísimos no lo saben contestar con claridad y exactitud.


Dios no te hizo para servirlo; Él no necesita de nadie. Él te hizo para gozar con Él para siempre.

Pero entonces te puedes preguntar por qué no estás con Él. Y la respuesta es sencilla: Él no quiere que nadie esté a fuerzas con Él, por eso te mandó primero a este mundo que es Escuela de amor para que le demuestres que lo amas y quieres estar con Él. ¿Qué es lo que tienes que hacer para demostrarle que lo amas?... Muy sencillo, amar a los demás con los que tocó vivir, no hay otro camino.


Jesús dijo que Él era el único camino para llegar a Dios y dijo que para seguirlo hay que cargar la cruz del amor cada día. Y claro que el amor es una cruz y una alegría porque hay que estar dispuestos a pensar en los demás antes que en uno mismo, es decir, a negarse o renunciarse a sí mismo por preferir la alegría y el bien del otro.


El que se casa debe pensar primero en su esposo o esposa; los esposos juntos deben pensar antes en sus hijos que en sí mismos. Los hijos deben pensar en sus papás y hacer una competencia de amarse. Y toda la familia unida debe pensar en servir a los demás de alguna manera. No hay vuelta de hoja.


Es lo contrario de lo que enseña este mundo que lleva a pensar antes o sólo en sí mismo.

El que no se casa, se equivoca si piensa que se puede salvar sin pensar en hacer algo por los demás y esto lo deben pensar muchos que no se casan o no quieren tener hijos para no tener la molestia de pensar en otros.


Y la consecuencia clara de que estamos hechos para gozar de Dios y con Él, es que este mundo no es el definitivo, es sólo de paso. Tan de paso que quieras o no vas a morir, es decir, a dejar este mundo.


El que vive apegado a las cosas de este mundo, evidentemente que no tiene su corazón en la finalidad fundamental de su vida: llegar a gozar de Dios mismo.


Comienza a leer el segundo capítulo de mi libro: “Evangelio para los jóvenes y la gente de hoy”. Ya luego comentaré otras cosas allí dichas.



Con gusto. P. Poncho.


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